lunes, 21 de diciembre de 2020

¡Oh! navidad

Por Miguel Peralta

 

Con el transcurrir de los años, la tradición navideña ha sido desnaturalizada por la publicidad consumista, en detrimento de los valores originarios de la misma. Valores éstos que en tiempos pasados, fortalecían las enseñanzas cristianas, los vínculos familiares y el romanticismo juvenil, en el amor.

Propiamente, la navidad no tiene su origen en el  cristianismo. Precede al nacimiento del hijo del Dios. “En el Imperio romano, el 25 de diciembre se celebraba la fiesta del Día Natal del Sol Naciente Invencible”. 

El vínculo de la navidad con Jesús, se inicia como táctica de quienes en la antigüedad eran perseguidos por causa de El Salvador. 

El día de navidad se celebraban cultos al emperador, considerado un Dios. Por esta razón, se celebraba el nacimiento de Jesús en esa fecha, como manera de no llamar la atención de quienes perseguían a los cristianos.

La tradición navideña se propagó junto al cristianismo, teniendo ésta dos fechas principales. Se iniciaba el 25 de diciembre y terminaba el día de los Reyes Magos. Así podemos recordarla quienes en la década de 1960 éramos niños, o muchachos. Podemos recordar también la cena del 24, que en la mayoría de nuestros hogares era celebrada de forma sencilla, y con intercambios de platos entre los vecinos. 

 

Mi madre fue una cibaeña que se radicó en El Seybo, lo que me hace pensar que los festejos eran similares. Esta creencia se afianza al recordar las canciones navideñas, que las pocas emisoras de esos años convertían en cotidianidad, desde los primeros días de Diciembre. Las empresas licoreras eran respetuosas de la tradición.

 

En las madrugadas, íbamos por todo el pueblo llevando aguinaldos, y tomando jengibre en las casas, cuyas puertas eran abiertas sin mostrr ningún tipo de temor. 

 

            Eran días esperados para vencer la resistencia de la muchacha que se resistía a dar “el sí” a su enamorado, y para “pedir la mano” a  los padres de la que había sido conquistada. También para los matrimonios, lo cual, aún se conserva en gran parte. 

 

Las serenatas se multiplicaban. 

 

En la “Misa del Gallo” se daba cita una gran cantidad de ciudadanos.

 

El Día de Reyes, nuestra inocencia era fuente de felicidad para niños y muchachos pobres, que comenzábamos a “portarnos bien” desde Noviembre. También, una incógnita respecto al trato privilegiado que Marcos, Melchor y Baltazar dispensaban a los hijos de personas con mejores recursos económicos. Nos preguntábamos si era que no leían nuestras cartas, y si era así, por qué los caballos se comían la hierba que dejábamos debajo de la cama.  La “Viejita Belén” era un consuelo muchas veces fallido.

 

En la medida que el país ha ido “progresando”, las cosas han cambiado, en detrimento de nuestra cultura, de nuestras tradiciones y de los valores pregonados en aquellas navidades, hoy añoradas. El poder de la propaganda del consumo y para el consumo, ha impuesto tradiciones importadas. Ha enterrado valores altruistas. Ha sustituido en parte costumbres vinculadas a nuestra identidad. 

 

Igual que en Estados Unidos, la navidad comienza con un “viernes negro”, al que muchos responden positivamente a su llamado, desconociendo incluso el origen de esta tradición, puramente comercial. El gesto de los Reyes Magos de hacer un largo reocrrido para agasajar al niño Jesús, muchos niños lo desconocen, por el auge que ha tenido Santa Claus. 

 

Las canciones navideñas y los mensajes de solidaridad predominantes en las emisoras de antes, han sucumbido en lo principal, para dar paso a la publicidad, muchas veces engañosa, que condiciona negativamente la economía familiar.

 

Las canastas oficiales, que antes tenían como destinatarios a quienes recibían salarios pequeños, se han convertido en un negocio doble, para funcionarios que a costa del erario público, aumentan las ganancias de empresas preconcebidas, y muestran generosidad extravagante con amigos y conocidos a quienes deben o de quienes esperan favores. 

 

Es ésta, la navidad del negocio

lunes, 7 de diciembre de 2020

Deuda externa; castigo al futuro

 

De acuerdo a información publicada por Suhelis Tejero Puntes; “Más de US$34,000 MM en servicios de deuda deben pagarse antes de 2030”.  La cifra total es US$34,232.5 millones, equivalente al 42.2% de lo adeudado por capital, intereses  y comisiones. Hasta el año 2060, debemos pagar US$81,4992.5.  (Diario Libre, 26 de noviembre de 2020, Pág. 15). 

 

El 31 de Octure de 2020, la deuda externa ascendía a 29,589.1 millones de dólares. La deuda pública interna era de 13,603.9 millones de dólares. Sumadas, el total de la deuda pública representa el 54.9% del Producto Interno Bruto (PIB). (Dirección General de Crédito Público; https://www.creditopublico.gob.do; en línea el 5 de diciembre de 2020). 

 

Aplicando la regla de 3, tenemos que la deuda externa representa un 37.66 del PIB.

 

En marzo del presente año, la deuda externa representaba el 28.1 del PIB, escribió Pablo García en Diario Libre:  https://www.diariolibre.com/economia/la-deuda-del-estado-dominicano-aumento-en-us-25116-millones-en-enero-EB17521216. (en línea el 5 de diciembre de 2020).

 

            El pago de la deuda pública interna no afecta los resultados del PIB. Los intereses y comisiones de la deuda externa sí afectan la distribución de los recursos generados. Para mayor comprensión sobre el particular, comparar las consecuencias personales y hogareñas de los intereses y comisiones pagados por préstamos y tarjetas de crédito, cuando el dinero adquirido en los bancos no es para invertir, o cuando la inversión resulta infructuosa.

 

            En la deuda externa y en la deuda interna, los porcentajes con relación al PIB, corresponden al PIB en un momento determinado, y a sus proyecciones. Si el PIB baja con relación a lo proyectado, como sucede este año por el COVID 19, subirá la relación de éste en el porcentaje de la deuda, y viceversa.

 

Al margen de teorizaciones sobre la deuda externa, el dinero prestado es excelente aliado político del presente. Podría decirse también que contribuye al cascareado desarrollo, lo cual puede ser cierto parcialmente. Todo depende para que se use en realidad cada deuda adquirida. Si es para inversión, para gasto, o para alimentar las arcas de los funcionarios.

 

En cualquier renglón que se utilicen, los préstamos adquiridos en el presente, serán una presión para el futuro, de la misma manera que hoy se recibe la  presión por préstamos pasados. Para los gobiernos de turno, acudir a esta posibilidad, a veces de forma irresponsable y alegre, es una manera de aumentar la capacidad de acción económica. Consecuencialmente, reducir presiones, y crear espectativas de un progreso exagerado. 

 

Intentar cumplir los compromisos económicos del Estado sin deuda es ilusorio. Pero acudir de manera alegre a este mecanismo, es irresponsabilidad. De ahí la necesidad imperativa, de que los préstamos internacionales formen parte de una estrategia nacional. 

 

Múltiples argumentos servirían para justificar un endeudamiento irresponsable. Nunca se dice, entre las motivaciones del endeudamiento, qué por ciento de moneda extranjera alimentará las arcas de funcionarios. Podría ser buen ejercicio, dividir los miles de millones que se atribuyen a los acusados de corrupción entre la prima del dólar, y comparar la cantidad con los préstamos adquiridos por Danilo Medina.

 

El Estado dominicano necesita un replanteamiento del endeudamiento, sobre todo externo. Necesita priorizar los gastos, y aprovechar mejor los recursos internos. Necesita, en los montos de deudas para inversión, determinar la forma en la cual la inversión de que se trate, aportará los recursos para su propio pago. En este tenor, no hablamos de los recursos utilizados en educación. 

 

La educación por sí misma, reembolsará su inversión a la sociedad, de manera multiplicada. Esto, si es de suficiente calidad. O sea, si el atual modelo se adecúa a las demandas de eficiencia requeridas. 

 

El tema educativo, como gasto o como inversión, requiere un anñalisis particular.